sábado, 2 de julio de 2016

Sentido de Estado



Ya tenemos otra vez a nuestro presidente en funciones acusando a los demás. En esta ocasión a Pedro Sánchez y Albert Rivera de no tener sentido de Estado. Claro que para él todo pasa por que le apoyen en una sesión de investidura que cada vez se ve más complicada.
Cuando en 2008 arreció la crisis internacional, su actitud fue de desestabilización del gobierno, de acusar a Zapatero de ser el único responsable de lo que estaba ocurriendo, de boicotear todas las medidas que se trataban de implementar para paliar la crisis con el único objetivo de derrocar al gobierno del PSOE. Poco le importaba el crecimiento del desempleo, los desahucios y la recesión cada vez más acusada. Prometía lo que años después vimos como incumplió sin el más mínimo sonrojo. Fue la legislatura de las trolas, 2011-2015. El desempleo creció hasta límites nunca vistos, la deuda pública igual, el déficit público se incumplió sistemáticamente, se vació la caja de las pensiones, se alentó el animo independentista y se dio alas para un resurgir del partido comunista que milagrosamente no triunfó el pasado día 26 de junio.
Tras las elecciones del 20 de diciembre, con 123 diputados, fue también incapaz de apoyar el llamado pacto del abrazo, entre Rivera y Sánchez, que sumaba 130 diputados, declinando previamente el mandato del rey para tratar de formar gobierno: una deserción en toda regla. Y ahora apela al sentido de Estado, sin ni siquiera contemplar la posibilidad de que otro candidato de su partido le suceda. Algo que sin duda facilitaría mucho las cosas, incluso teniendo que ir a unas terceras-y vergonzosas-elecciones.
Estamos ante un hombre cuya vanidad y arrogancia le impiden tener claridad de pensamiento. Se arroga a su persona los votos de su partido, obviando que otro candidato o candidata hubiesen sacado a buen seguro muchos más votos. Dirige el partido con mano férrea, cualquier disidencia es cortada de raíz. Impide la convocatoria de un congreso que ya tenía que haberse producido. Tiene miedo a la democracia. A la libre expresión. Ha llevado a su partido a ser imputado por prácticas poco ortodoxas. Ha visto como en los últimos años figuras destacadas de su partido han sido detenidas, puestas a disposición judicial y encarceladas, sin que de sus labios haya salido el más mínimo sentimiento de responsabilidad. Todo es ajeno a él. Desde Bárcenas hasta Fernández Díaz, pasando por Fabra, Barberá, Granados, Matas, Soria o Rato.
Todo un currículo que la historia no dejará de poner en el lugar que se merece: el presidente más nefasto de nuestra reciente historia de España, cuyo sentido de Estado no es que no lo tenga, es que no sabe lo que es.

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