miércoles, 12 de marzo de 2014

Una economía de pandereta



Portada del libro
Si hay un libro de economía para mi que destaque entre todos, es sin duda: “Estructura económica de España” del profesor Ramón Tamames. Cuya primera edición data de 1960. Más de cincuenta años. Hoy la 25ª edición es de 2008. Un libro indispensable para entender la economía sin maquillaje político.

Es Ramón Tamames, uno de los mejores economistas de España de los últimos años, técnico y economista del Estado, catedrático, escritor, político, tertuliano, y siempre inquieto con nuestro acontecer. Todavía le recuerdo allá por 1977, en la estación de Sol, megáfono en mano, dando un mitin y pidiendo el voto para el partido comunista. Hijo de una familia acomodada, sus inquietudes le llevaron a militar en el P.C.E., del que años después se saldría.
 
Su libro, en la 19ª edición, recoge la transformación de España, desde una economía autárquica a una economía industrializada, que permite nuestra integración en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1985.

Felipe González, firma en 1985 el Tratado
Desde entonces ha llovido mucho. Nuestra economía no se parece en nada a aquella. Una economía donde la reindustrialización y la modernización eran sus referentes. Una economía que se abrió a la entrada de grandes multinacionales, que veían en España un lugar ideal para desarrollar sus actividades y una plataforma para lanzar sus productos a Europa y al resto del mundo.

Así años después, la economía de servicios es la que se ha implantado en España. La industria ha perdido peso, y la agricultura, la pesca y la ganadería, se ven intervenidas y mediatizadas, por nuestra integración en la hoy Unión Europea. 

Nuestro sector financiero, en cambio, si ha encontrado en este escenario un ambiente muy propicio para su internacionalización y adquisición de tamaño crítico. Hoy contamos con algunas entidades financieras que son referentes en muchos otros países del mundo. Banco Santander y BBVA, son dos claros ejemplos de ello.

Dedicatoria de su libro
Las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) tampoco han encontrado acomodo en nuestra industria. Convirtiéndonos en un país consumidor, que no productor de todo lo que rodea a la era digital. Y si de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se trata, seguimos a la cola de los paises de referencia.

Así, la reciente crisis, ha puesto en evidencia todos nuestros defectos estructurales, así como nuestra incapacidad para desarrollar unas reformas tan necesarias como eficaces. Nos hemos convertido en una economía de consumo, basada en la demanda interna e incapaz de generar valor añadido, que permita un crecimiento sostenible y creíble. De forma que la última burbuja, basada en la construcción y el endeudamiento, ha generado un daño en la sociedad que tardaremos muchos años en reparar, si es que lo conseguimos. Todo ello alentado por unos políticos que creyeron y vieron en su propio beneficio, el desarrollo de una política económica suicida. Una economía de pandereta, sol y playa. Dependiente de otras formas de ver la vida, más ajustadas a la realidad.

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