sábado, 22 de octubre de 2011

El fin de una locura

El día 20 de Octubre de 2011, la violenta organización ETA emitía un comunicado en el que anunciaba el abandono definitivo de la violencia. Todas las fuerzas políticas acogieron con gran satisfacción e ilusión tal postura. No podía ser de otra manera. Han sido 53 años, desde su creación. 43 años después de su primera víctima mortal, José Pardines agente de la Guardia Civil. Más de 800 víctimas mortales inocentes, miles de afectados indirectamente –familiares, amigos, compañeros- y una sociedad entera conmocionada y asustada ante esa barbarie irracional.

Tras la reinstauración de la democracia en España, a final de la década de los 70, no había ya ni una sola razón o motivo aparente que justificara su existencia y mucho menos su actividad criminal. A pesar de todos los defectos que puede tener nuestro sistema de Estado, la razón de los votos y el respeto a las mayorías son los vehículos que permiten defender cualquier opción política, por muy alejada que esté de las actuales condiciones establecidas. Y este parece ser que es el camino elegido ahora por esa parte de la sociedad que con su apoyo, mantenía vivo el fuego del odio, la sinrazón y el crimen. Es pues, un momento histórico, de alegría y esperanza.

En mi adolescencia, allá por los años 70, tuve la ocasión de conocer y ser amigo de alguna persona muy vinculada a ese movimiento. Hoy todavía sigue en el. Era una familia vasca que vivía entonces en Madrid. Un padre y cuatro hijos. Todos tuvieron problemas con la justicia, por sus actividades en pro de ETA. Él, mi amigo, tenía entonces tres años más que yo, quince, y su discurso era inconcebible con esa edad. No podíamos entender las razones que entonces esgrimía en defensa de un país vasco libre e independiente, cuando lo que más nos preocupaba a nosotros era pasarlo bien y divertirnos lo más posible. La política, ni la entendíamos ni nos interesaba. Hoy cuarenta años después, sigo sin entender como un niño de entonces podía estar tan politizado a esa edad.

Durante estos años, han pasado muchas cosas. Hemos tenido dos regímenes políticos – uno totalitario y otro democrático-,  dos Jefes de Estado y siete Presidentes del Gobierno. Todos han soñado con que llegara este día. Adolfo Suárez y Felipe González fueron los presidentes que durante su mandato sumaron más víctimas, 265 y 390 respectivamente. José Luis Rodríguez Zapatero 13, en sus casi ocho años de gobierno. Síntoma de que algo estaba cambiando ya, como así ha sido.

Ahora, no cabe otra cosa que felicitarnos todos por esta nueva etapa que se abre y tener un recuerdo imborrable, de cariño, agradecimiento y compromiso, con todas las víctimas de tan execrable comportamiento y actitud. Sin olvidar tampoco a esos miles de personas que tenían su vida condicionada por la amenaza perpetua, que a partir de ahora llevarán una vida más digna.

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