domingo, 21 de agosto de 2011

La visita de El Papa

No voy a ser yo, el que ensalce la visita de Benedicto XVI a nuestro país. Tampoco la voy a rechazar. La asumo como lo que es: un espectáculo de masas, como tantos otros.
Quienes nos educamos en el Cristianismo y hemos reflexionado a lo largo de nuestra vida, en su mensaje y sus enseñanzas, no podemos conciliar muchas cosas.
La Iglesia que instituyó Jesús, para propagar la Fe y la Verdad, dista mucho de la Iglesia actual. Esto tiene una fácil explicación: La Iglesia está dirigida por seres humanos, con sus grandezas y sus miserias. Como cualquier otro colectivo, se ha visto y se ve sometida a la voluntad de quienes la forman, a sus ambiciones y a sus intereses. Ello no quita para que en su balance pesen más las cosas buenas que las malas y que sea necesaria su existencia como contrapoder del materialismo, de la codicia y de la injusticia.  Sin que su acción haya sido y sea determinante, si hay que reconocerle una labor importante en la mejora de la sociedad, en la ayuda a los necesitados y en la esperanza de todos los cristianos. Pero también hay que criticarle su anacronismo, su falta de evolución para adaptar el mensaje a la época actual, sin referencias a historias de hace miles de años, que hoy no tienen una solidez precisa.
No hay que descuidar tampoco, la utilización que de la Iglesia, hacen algunos pecaminosos y poderosos personajes, para mantener entretenidos y apartados de la vida terrenal, a tantos seres humanos que ven en su sufrimiento una forma de ofrecer su sacrificio a Jesús.
En definitiva y para concluir, tenemos una Iglesia terrenal, dirigida y encabezada por un ser humano, en la que no todo lo que hace, dice y propaga, coincide con el mensaje que nos dejó Jesús de Nazaret. Enseñanzas, que si todos observáramos, viviríamos en un auténtico edén. Tarea imposible por la indudable y contrastada existencia del Bien y del Mal, que rigen con su lucha nuestro mundo finito y conocido.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo, es por lo que siempre digo que la revolución primero la debemos de hacer en nuestra vida primero y luego pensar en exportarla a la sociedad, si revolucionamos nuestra vida y vivimos como por lo que luchamos, y somos muchos… No hará falta más.

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