sábado, 18 de septiembre de 2010

¿PARA QUE VALE LA HUELGA DEL 29-S?

Hoy el B.O.E. ha publicado la llamada ley 35/2010 de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo. Una ley, inspirada más en un deseo que en una necesidad. Un deseo de que ante el abaratamiento y mayor facilidad -si cabe- en el despido, la patronal crease empleo. No había necesidad de llegar a estos extremos. España es el país con el empleo más volátil y precario de todo el mundo occidental.
Lo que se está preparando, es un importante reajuste del empleo para posteriormente volver a un crecimiento del mismo. Con plantillas más modernas-de menor antigüedad- y más jovenes, menor edad media. Consecuentemente más económicas - menores salarios- y por lo tanto nuevo incremento de las tasas de beneficio, que por cierto  parece ser no tienen límite superior.
Ha sido un gobierno socialista el impulsor de esta ley. Muy probablemente, pensando que si daba lo que tanto tiempo se llevaba pidiendo por la patronal, esta comenzaría un nuevo periodo de crecimiento del empleo y por lo tanto, reduciría los increibles niveles de desempleo alcanzados. Pero mira por donde, va a ser que no. Se va a utilizar, para lo comentado anteriormente - modernización, rejuvenecimiento y abaratamiento del coste, de la plantillas-, además con ayudas de fondos públicos, para más "inri".
Un conocido empresario de hoy fue nombrado, allá por los años 60, Director General de Empleo. El entonces Jefe del Estado, Francisco Franco, tenía por costumbre conocer personalmente a los cargos nombrados por decreto. El recién nombrado director general, había preparado con especial cuidado el encuentro. Expresó sus opiniones, en términos muy generales, sobre las perspectivas de la economía, el Plan de Desarrollo, la recuperación de los emigrantes… y aventuró pronunciarse sobre un tema delicado: el de la necesidad de flexibilizar los criterios de despido en las empresas en crisis. Franco, atendió los argumentos a favor de una política de esta índole para preservar la vida de las empresas en dificultades, pero expresó con claridad que: “el Estado no puede permitir que se desvanezca la política de Pleno Empleo y que es obligación del Estado asumir la responsabilidad del empleo”. El hoy empresario, quedó impactado por la preocupación y sentido social del general Franco.
Los sindicatos, instalados hace muchos años en la comodidad de la burocracia y la subvención, han decidido convocar una huelga, después del verano que ya se acaba, para protestar por una ley que no supieron consensuar.
Los empresarios, aunque contentos con el contenido de la ley, disimulan su satisfacción y corren prestos a aplicarla, en su propio beneficio.
La oposición - lease PP - que nunca se hubiera atrevido a elaborar una ley así, brilla por su ausencia y falta de aportaciones. Sólo espera que esta crisis la lleve a La Moncloa.
Mientras, el resto de españoles, aturdidos y asustados, más que en huelgas y manifestaciones, pensamos y nos preguntamos por qué no tenemos unos políticos de talla. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? 

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Construcción?..Sí, pero sostenible

A finales de los años 70, tras el cambio de modelo de estado, España tenía un déficit de infraestructuras muy relevante y agobiante. Nuestras carreteras, de doble sentido con pronunciadas curvas y cambios de rasante; nuestros ferrocarriles, de trazados casi decimonónicos, no permitían la circulación de los modernos trenes de alta velocidad, que ya circulaban en otros países; los embalses, aunque muchos y buenos, se iban quedando incapaces de atender la creciente demanda, tanto de abastecimiento y riego, como de generación eléctrica; aeropuertos que se quedaban obsoletos; muchos pueblos y ciudades, que no tenían una urbanización adecuada y necesaria: pasos a nivel en cruces con líneas férreas, malos o escasos saneamientos y abastecimientos, escasez de aparcamientos, calles sin pavimentar, tierras fértiles sin riego, escasa o nula existencia de alumbrado o mobiliario urbano y recintos deportivos, etc.

Es en la segunda mitad de los años 80, cuando se comienza un ambicioso plan de modernidad y progreso, que requiere de unas infraestructuras modernas. Nuestra integración en la entonces Comunidad Económica Europea, supone un fuerte impulso y ayuda a nuestros objetivos. Los llamados fondos FEDER, primero, después los Fondos de Cohesión, invierten una gran cantidad de dinero que ayudan a transformar nuestro país. Hoy, casi 30 años después, se puede decir que España tiene una buena dotación de infraestructuras, comparables a las de cualquier otro país occidental.

Es mucho lo que todavía se puede hacer, como no. Pero también hay que considerar que ya no puede ni debe de crecer el gasto público en infraestructuras, comparativamente con años anteriores. Ahora hay que fijar la atención, también la inversión, en su conservación y mantenimiento. Seguir, por supuesto construyendo, a un ritmo más suave pero constante, para mantener sobre todo el nivel alcanzado. Con una industria de la construcción estable y alejada de ciclos convulsivos.

Las nuevas fórmulas de financiación, con participación de capital privado, ayudarán a ello, pero en aquellos proyectos cuya rentabilidad sea manifiestamente interesante, como es lógico. Las necesidades generales, sociales y solidarias, creo que han alcanzado un punto de equilibrio si no suficiente, sí aceptable.

Esa otra construcción, la llamada residencial, que ha sido objeto de una especulación salvaje, no debe de volver a realizarse, en los términos y formas que han ocurrido. Entre los años 1986-1990, las viviendas multiplicaron su valor entre 2 y 4 veces, dependiendo de su ubicación. No suficiente con ello, otra vez entre 1998 y 2005 se multiplicó su valor por 3 ó 4. Quiere decir, que en poco más de 20 años, una vivienda multiplicaba entre 6, 10 ó más veces su valor. Esto no se le puede imputar al constructor. Se confunde gestión y promoción, con construcción. El término peyorativo “la industria del ladrillo” es atribuible a la gestión y promoción, con todos los agentes que intervienen en ella. Donde el constructor, como tal, no se beneficia de esos incrementos brutales del valor, que son absorbidos por “los gestores del suelo” principalmente. El coste de construcción por metro cuadrado, de una vivienda de tipo medio, ha pasado de costar 40.000 Ptas., en 1980, a poco más de 100.000 en 2010. Es decir de 250 a 600 euros. Cuando su precio de venta ha pasado de 350 a 2.750 euros, en términos medios. Este ha sido el gran problema, el gran engaño, el origen y la causa de la crisis que padecemos.

¿Por qué se ha consentido tanto despropósito y tanta codicia? ¿Quién se ha llevado el dinero? Esa es la cuestión: ¡Nunca más!