viernes, 9 de julio de 2010

SÍ,...PODEMOS.

A poco más de 48 horas de proclamarnos campeones del mundo de selecciones nacionales, si la selección holandesa no lo impide, que espero que no, este acontecimiento se sumará a otros muchos éxitos deportivos que en los últimos tiempos acompañan al deporte español, desde el tenis al automovilismo, pasando por el baloncesto, la natación, el balonmano, el ciclismo, etc.
Este triunfo del deporte español, que se va acentuando en los últimos veinte años, se debe fundamentalmente al progreso que ha tenido nuestro país desde la mitad de la década de los 70. Progreso en el orden político, social, económico y consecuentemente deportivo.
La proliferación y mejora de las instalaciones deportivas, de la cultura y de la educación, de los medios de comunicación sociales con su difusión de los grandes acontecimientos y nuestras ganas de formar parte de la élite deportiva mundial, han conseguido ver realizado nuestro sueño.
Nuestra juventud está muy motivada por el deporte. Ya no tiene tantas dificultades como antaño para practicar su deporte en lugares adecuados y bien equipados. Muchos de ellos promovidos y financiados por las AA.PP. “que somos todos”.
Volviendo al futbol, también hay que destacar esa “marea roja” que sale a las calles de los pueblos y ciudades a compartir la alegría, a veces la pena, cuando nuestra selección juega. ¡Increible! Hace veinte años era impensable. En esta cuestión creo que tiene mucho que ver el empeño de una cadena de televisión – TELE 5 – que hizo una apuesta por este tipo de convocatorias, que además le ha llevado a ser líder de audiencia de las televisiones en España. Tal es para mí el logro alcanzado, que creo se merece una mención por la labor creadora de un sentimiento alegre, festivo y unánime en torno a “La Roja”.
Ahora sólo nos queda jugar y ganar. Pero jugar una final del Campeonato Mundial de Futbol, es ya de por si un acontecimiento histórico.

¡Buena Suerte…España!

domingo, 4 de julio de 2010

EL CRECIMIENTO Y LA ORTODOXIA ECONÓMICA

Después de este semestre tan convulso, con la amenaza de impago de las deudas soberanas de algunos países del sur de Europa -entre ellos España-, reformas fiscales y laborales de extrema dureza, manifestaciones y huelgas con mayor o menor éxito, nuevos desplomes de las bolsas internacionales, una fuerte devaluación del euro y alguna que otra cosa más, aparecen nuevas incertidumbres, algunas tan incipientes que apenas nos damos cuenta, como el constante crecimiento en milésimas del euribor, que anticipa el incremento de los tipos de interés nominales, en un futuro no muy lejano.
Hay que tener en cuenta, que la crisis actual se desencadena cuando durante 2008, hay un intento de retomar el aumento de los tipos de interés oficiales, sin considerar que la importante deuda asumida por familias y empresas, podría ser simple y llanamente inasumible.
Ahora, este nuevo intento, tras la intervención esperada de los estados y bancos centrales, inyectando liquidez al sistema, o sea poniendo en marcha la máquina de los billetes, parece ser definitivo. Este repunte de los tipos puede ser la señal del fin de la crisis y el comienzo de un nuevo ciclo con nuevos fundamentos.
Entre 1996 y 2007, se pusieron en evidencia una serie de dogmas económicos, que nos habían acompañado hasta entonces. Durante esa década, convivieron bajos tipos de interés con baja inflación y tasas notables de crecimiento del empleo. Algo poco académico e inédito hasta entonces.
Hoy en día, algunas de las medidas que se han tomado y se están tomando, pueden perjudicar el crecimiento.
¡Ya estamos otra vez acojonados! ¿Si no hay crecimiento, como vamos a salir de esta?
El mensaje se las trae. Los voceros  ya se encargan de airearlo a los cuatro vientos: el crecimiento está en peligro.
Y yo entonces me pregunto ¿es necesario el crecimiento para tener una economía eficiente y sostenible? ¿No tiene límites el crecimiento en economías muy desarrolladas? ¿Es infinita la capacidad de crecer?
Lo que se trata ahora es de que nos conformemos con los nuevos tiempos: tasa de paro alta, salarios congelados y a la baja, más impuestos y en definitiva a pagar entre todos el despilfarro económico que se ha producido en beneficio de los mercados, “esos señores con mucho poder”, según los definía hace poco el presidente de un gran banco español e internacional. ¿Tremendo, no?
¡Feliz Verano! (si nos dejan)