viernes, 14 de mayo de 2010

POR UN CAPITALISMO SOSTENIBLE

El capitalismo, sistema que rige en el mundo occidental desde hace muchos años, es como la democracia que conocemos, el sistema menos malo. Pero ello no quiere decir que se acepten todas las respuestas como válidas o acertadas. Para mí, la mayor grandeza del capitalismo está en el incentivo de la competencia. Que por su propia naturaleza, establece en la relación de los factores de producción. El fracaso de otros sistemas, buenos en sus intenciones, se propició a través del intento de considerar que todas las personas respondemos de la misma forma ante unos determinados estímulos. El error en esta apreciación, junto con la falta de principios de los responsables de poner en práctica estos sistemas, acabaron por demostrar su ineficacia y dificultad en su implantación. Y consecuentemente, su fracaso.

Todos los seres humanos compartimos muchas características comunes, pero no somos o nos comportamos de idéntica forma ante determinadas situaciones. Por ello, la competencia, lejos de ser germen de enfrentamientos, lo es de incentivo o motivación. La ambición, sana, es un estimulo más que un reproche. Bien entendida, es la que lleva a las personas a superarse, a no desfallecer ante el primer problema que se presenta. A luchar, honestamente, por alcanzar unos objetivos.
Adam Smith, economista y filósofo escocés, sostenía que la riqueza y el progreso procedían del trabajo, uno de los factores de la producción.Yo, modestamente, pienso lo mismo. Es el trabajo la verdadera y casi única fuente de riqueza y bienestar. Y aquí es dónde en los últimos tiempos y más concretamente las dos últimas décadas hemos fallado. El trabajo ha pasado a ser un factor marginal. Ya no crea riqueza. Ahora la riqueza se crea en los despachos de los grandes capitalistas. Insatisfechos con las rentas procedentes del trabajo, exiguas para sus objetivos de crecimiento, ven mayores oportunidades en los llamados, eufemísticamente, mercados financieros.
Los mercados financieros, tienen o tenían su razón de ser en servir de plataforma o base de operaciones a las transacciones de capital. Entendiendo por capital, otro de los factores de producción. Hoy esto no es así, desgraciadamente. Los mercados financieros, se han convertido en un verdadero peligro para la estabilidad económica mundial. Todo ello propiciado por la codicia y la obscenidad, de unos “personajes” cuyo culto al dinero y a su posesión tiene ya carácter patológico. Contando para ello con el beneplácito, por activa o por pasiva, de los poderes políticos.
Ahora, se está atacando o mejor dicho expoliando el ahorro de los trabajadores, obtenido con su esfuerzo y trabajo a lo largo de la vida. Además, se les está endeudando indirectamente, a través de las empresas y administraciones públicas. Deudas que tienen ya horizontes de pago de muchos años, que afectará a generaciones futuras.
Muchos expertos y entendidos quieren ver hoy analogías con el conocido y triste “crack” de 1929. Yo también modestamente, creo que no hay más analogía que las consecuencias. En 1929, no había la interrelación inmediata de las economías entre países. Hacía pocos años que se había terminado la gran guerra. El comunismo hacía estragos en muchos países. La inestabilidad política, era también evidente, consecuencia de la lucha de los sistemas.
Nada que ver con la época actual. Aunque existen conflictos en determinados lugares, hace ya más de 60 años que terminó la segunda guerra mundial - con sus consecuentes enseñanzas - , el comunismo ha pasado a ser un sistema residual, con escaso peso en la política mundial. La llamada América latina, con excepciones, se va modernizando y democratizando. Países de Asia y Sud-América, llamados emergentes, cuentan con economías fuertes y con gran potencial de desarrollo. Los sistemas de transporte, telecomunicaciones y nuevas tecnologías, no dejan de desarrollarse con un crecimiento exponencial. Es otro mundo.
Por ello, si volvemos a dar al trabajo, el valor que realmente tiene, se intervienen y regulan las prácticas indecentes y delictivas de los llamados mercados financieros, se castiga la corrupción con dureza y sin contemplaciones, volveremos a una senda de crecimiento real, sano y sostenible.




sábado, 1 de mayo de 2010

5 Tascas...... encantadoras

Los que vivimos en Madrid y los que no también, sabemos que la capital es un lugar rico en gastronomía. Cuenta con numerosos establecimientos dedicados a la restauración. Sólo hace falta ver cualquier guía al efecto, para descubrir miles de bares y restaurantes. Algunos con fama internacional. Otros, menos pretenciosos pero no por ello peores, se conforman con el interés local. El "boca a boca" es su mejor publicidad. Quiero destacar hoy, cinco tascas a la vieja usanza, dónde el comer se convierte también en un verdadero placer. Y el bolsillo no se resiente en.... exceso. El servicio de todos ellos es más que aceptable y la calidad de sus platos roza con la delicia.

En primer lugar, como soy paellero, destacaré el restaurante Samm, en la calle Carlos Caamaño 3 (tef.  91 345 30 74). Sus arroces son una maravilla. Cocinados con el sabor y el saber de una familia valenciana, afincada en Madrid hace muchos años. Dificil decantarse por un arroz u otro, todos son exquisitos. Senyoret, una estupenda paella dónde el arroz es la estrella, con ese socarret inigualable. Apenas tres granos forman la capa de arroz, con lo que se consigue una coción perfecta y homogénea. Se puede acompañar el arroz con una maravillosa ensaladilla, calamares a la plancha y/o unas gambas rojas del Mediterráneo -Denia, Palamós-. Otro arroz estrella, es el arroz de la abuela. Un arroz con garbanzos, chorizo, carne, morcilla, terminado en el horno para gratinar su superficie. Más que exquisito, pero se recomienda tener libre la tarde para una buena digestión. Imprescindible reservar.

De una tasca familiar a otra. La Castañal, en la calle Berruguete 78, junto a Bravo Murillo (tef. 913 115 202). Cocina gallega, con marisco fresco y precios muy asequibles. Cuenta con pocas mesas, casi siempre ocupadas, por lo que hay que reservar si no quiere uno quedarse sin conocerlo. Junto con la centolla de la ría, el bogavante, los percebes, también se puede degustar una estupenda empanada - varios sabores-, una exquisita merluza rebozada, una fantástica carne roja, pimientos de padrón...y un delicioso postre de queso gallego y membrillo o una excelente filloa, entre otros platos.

Seguimos con un factor común a todos ellos, la gestión familiar. En La Gloria, Calle Ramos Carrión 5 (tef. 91 415 08 81), junto a Lopez de Hoyos, podemos degustar unos fabulosos platos. Cocina casera, ciento por ciento. El pote gallego, en un punto inmejorable o los callos a la madrileña o el guiso de costillas con patatas o unas simples judías. Sin olvidar las berenjenas rebozadas, la ensaladilla o el pincho de huevo. Siempre platos del día, que podemos rematar con unos salmonetes, boquerones, merluza o una carne fresca, tierna y sabrosa. De los postres destacaría, el surtido de fruta -naranja, kiwi, piña, melón- toda pelada, cortada y dispuesta en el plato, lista para comer. Conviene reservar, hay pocas mesas.


Otro lugar destacable es Bodegas Rosell (tef. 914 678 458), en la calle General Lacy 14, junto a la glorieta de Atocha. Aquí lo primero es tomar un aperitivo, donde destacaría el vermut de barril, con unas impresionantes tapas. Para comer, la variedad es muy amplia. Todos los platos, ya sean de carne o pescado, te impregnan de una frescura rebosante. Por resaltar algo, me inclinaría por el bacalao rosell, los callos, las croquetas, las chuletillas de cordero o el solomillo de ternera. Además, este lugar cuenta con muy buena cultura sobre el vino y tiene una muy aceptable bodega.

Ya por último, otra tasca recientemente visitada es Casa Perico, en la popular y antes "prohibida" calle de la Ballesta, hoy transformada en zona comercial y de ocio. Es un lugar entrañable, con un toque añejo. El servicio es muy afectuoso y a uno le parece que está comiendo en casa de los abuelos. Su especialidad son los guisos del día. Judiones, lentejas, callos,..todos ellos impresionantes. La carne o el pescado, muy frescos, pueden ser el remate perfecto a una buena y suculenta comida.
¡Que lo disfruten!. Calle de la Ballesta, 18 (tef. 91 532 81 76)